Historia de la vida de San Severino
Nació en Roma hacia el año 260 de nuestra era. Pertenecía a la noble familia de los Severos, su padre fue tribuno, titulo suficiente para que Severino se incorporara como militar a la guardia del emperador Diocleciano, el más cruel perseguidor de los cristianos.
Severino, con otros militares jóvenes (Carpóforo, Exanto, Segundo, Licinio y Casto) fueron destinados a vigilar de cerca a los cristianos y denunciarlos ante el emperador si descubrieran alguna doctrina ajena a Roma y su gobierno. En cumplimiento de estos decretos, Severino dio estricto cumplimiento a su deber de soldado, controlando el movimiento de los cristianos; pero, luego se convenció que nadie de los cristianos hablaba contra el imperio ni contra la religión, más bien se dio cuenta que la religión cristiana era muy humana y muy caritativa. En la vigilancia nocturna, se acercaba a sus reuniones donde oía con admiración elevar sus oraciones a Dios e invocar a Jesucristo que por nosotros se entregó a la muerte. Acercándose a los cristianos y escuchando sus enseñanzas, Severino se convirtió y tanto él como sus compañeros pidieron el bautizo al Obispo de Milán que viendo la sinceridad de sus corazones los bautizó.
Al enterarse el emperador de la burla que le habían hecho sus mismos soldados, los mandó a buscar para que sufran el castigo de traición al imperio. Los encontraron en oración, dando gracias a Dios por haberlo conocido y proclamaban a Jesucristo como el rey de los hombres sobre la tierra. Los verdugos los decapitaron a todos, terminando así su santa vida con la palma del martirio.
Los cristianos de Roma recogieron los restos de Severino y le dieron sepultura en las Catacumbas de San Calixto, de la Vía Apia, con esta inscripción esculpida al pie del mismo sepulcro: SEVERINUS DEPOS IN PASE. Su martirio está fijado en el año 283 del imperio Diocleciano.